Aunque nuestra generación entró más
tarde en la era digital desde la infancia y sobre todo durante nuestra
adolescencia estuvimos marcados por la música ya en calidad estéreo que
inundaba nuestro tiempo de ocio. En uno de los primeros textos de este querido
blog compartía que hay melodías, canciones, que forman parte de la banda sonora
de nuestras vidas. Estas bandas sonoras vitales son fruto de una caduca mentalidad radiofónica y televisiva correspondiente al siglo XX en la
actualidad superada por los virales tecnológicos y top
trending de las redes sociales del siglo XXI. Son esos temas que desde
aquella infancia o adolescencia se asimilan e identifican en cuanto oímos
las primeras notas. Nuestro Camarón tuvo el tan criticado acierto de acancionar
el cante y romper la barrera de lo sectario acercándose a los no iniciados. Su
carisma ayudó a que escuchando los primeros compases ya estemos “pensando
Camarón”, o mejor dicho, “sintiendo Camarón”. Eso despertó
afición en aquellos que no fuimos educados en un entorno musical ni mucho menos
procedemos de raíces flamencas. A mí eso me pasa cuando suenan los primeros
acordes de Como el agua, o con Entre dos aguas de
Paco de Lucía cuyas notas básicas fueron las primeras que pulsé en una
guitarra. De una forma no tan explícita pero mucho más íntima e interior es
banda sonora vital la voz de José en las bulerías del Viviré.
Siempre me ha encantado el contrapunto del tiempo ligero y festero de la música
con la profundidad y tristeza de la letra que empieza con un azul limpio y
dorado en melancólico contraste con la triste mañana de invierno. Por qué
elegiría, quién le sugeriría, dónde leería o cómo conocería esos versos de
Miguel Hernández que él dignifica y engrandece en su garganta haciéndolos
preciosísimos, abisales, premonitorios:
Aquí estoy para vivir mientras el alma me suene,
y aquí estoy para morir,
cuando la hora me llegue, (…)
Sobre los muertosdeMiguel
Hernández
Dicen que a partir de una edad hay que
releer lo ya leído para disfrutarlo con matices nuevos. Volver a escuchar lo ya
escuchado es una fórmula distinta porque es un acto cotidiano. Cada vez que
reproducimos un disco compacto o nos ponemos auriculares para oír un tema ya
conocido en nuestro móvil estamos releyendo la música. Esa relectura nos
ofrece placeres nuevos, además, sentimientos recuperados o recuerdos
revividos. Bienvenidos sean a mi vida todos los “recuerdos Camarón” porque
escuchando a Camarón, viendo a Camarón, hablando de Camarón o sintiendo Camarón
podré haber sentido cierto dolor pero nunca habré tenido un mal recuerdo.