La
incredulidad y el ateísmo era manifiesto en Tío Luis de la Esperanza. Nunca
dio sentido a esas apariciones religiosas paranormales. Sólo aceptó la
existencia de seres de otro mundo cuando fue testigo presencial del O.V.N.I.
que tomó tierra en la plaza de Cascorro para traerle una guitarra al Ratón de
Lavapiés en su octavo cumpleaños. Eso sí, nunca se aclaró que había tomado ese
día.
En cierta
ocasión, antes de celebrarse el 50º aniversario del nacimiento de Camarón,
estaban todos de fiesta en la taberna de Curro. Poco a poco, entre cante y
cante, la conversación fue derivando hacía la devoción mariana, que
si las vírgenes, que si la imagen milagrosa del santo tal, que si fray pascual,
la Semana Santa …
y Tio Luis se reía y se mofaba de todos diciéndoles que no le contaran
milongas, que al único santo a quien podía adorar era el “Monstruo”: “Estoy convencido
de que todo son patrañas para engañar al pueblo y cuando la gente no tiene
esperanza, y más en tiempos de crisis, los creyentes se aferran a lo que sea. Además, las
religiones están hechas para mantener callado al pueblo y que no reviente y
acabe con todo.” Además de cierta gracia tenía toda la razón en la retaíla de
su soflama.
Como digo, la noche iba transcurriendo entre las saetas ateas y
las blasfemias de los unos y los otros hasta que Curro de Lavapiés se quedó sólo con
sus íntimos compinches de juergas, Tio Luis de la Esperanza , el primo Paco
Príncipe y Antonio el de Villalba. Ninguno de los cuatro era hombre de fé
aunque el más respetuoso con las creencias ajenas era Antonio quien decía a
Luis: “¿Sabes lo que tenía que sucederte para que no te cachondearas tanto y
fueras más respetuoso? Que se te apareciera Camarón.” Luis se reía mas todavía
mientras imploraba como un poseso: “San Camarón, ven y hazme ver que estoy
ciego y soy un pecador”. Curro le recriminaba: “Venga tío, tampoco te pases,
una cosa es una cosa y otra que seas tan mala persona.” Luis no paraba: “San
Camaroncito, haz un milagro y dame algo de tu sabiduría flamenca.”
De repente se fue la luz. “Hostias”, dijo Antonio, y Luis seguía diciendo
paparruchas preso de un ataque de hilaridad: “Ya viene, ya está aquí...ja, ja,
ja...” Durante el corto apagón en un rincón del bar se vió un fogonazo. El
destello dio forma por un instante al espectro de una figura humana con barba.
Los presentes se quedaron mudos y tras trastear en el registro de luces de la
taberna para recuperar la luz, se acercaron a la esquina donde estaba la máquina
tragaperras, el haz luminoso había salido de allí. Corrieron la máquina y en la
pared apareció una mancha que era la mismísima cara de Camarón. Había que ver la
expresión de los contertulios. Ninguno de los cuatro salió de su mutismo y Tio
Luis de la Esperanza ,
además de mudo, estaba lívido. Cogió el portante caminito de su casa sin abrir
la boca despidiéndose de los allí presentes con un mínimo gesto con la mano. Los restantes volvieron
a colocar la tragaperras en su sitio y ninguno se atrevió a hablar de lo sucedido.
Estaba claro que el apagón fue debido a un cortocircuito en el
enchufe viejo pero decidieron mantenerlo en secreto no fuera que el bar se
convirtiera en un lugar de peregrinación tipo Virgen de El Escorial. Desde ese
día la máquina ha estado allí, sin funcionar y tapando la supuesta aparición de
San José Monge Cruz. Cuando alguien quería jugar Curro le decía que en su
taberna no se daba a las maquinitas, que estaba en contra del vicio que hacía
perder el dinero a las mujeres que iban a la compra por las mañanas, o se
inventaba cualquier otra cosa. Nadie volvió a conectar la máquina, la
tragaperras no se movió mas de sus sitio y al trozo de pared nunca se le volvió
a dar ninguna mano de pintura.
A partir de ese día Tío Luis ya no gastó ningún tipo de broma sobre
la religión, ni siquiera cuando en Venezuela dijeron que la cara de Chávez se
aparecía en las paredes del metro. Curro se metía con él y le recriminaba con
sorna: “Luisito, ¿es que tú no crees en los pajaritos?”. “Que cabronazo eres,
picha”, le contestaba el otro y cambiaba de tema.
Cartel promocional de "Camarón Nuestro" Fotografía tomada en Lavapiés por Luis Chaves |
Pd. Capítulo perteneciente a la serie inédita "Flamenco del siglo XXI".
Aunque este relato alguna vez pudiera ser verdad seguiriamos siendo Ateos y Laicos gracias a Camarón.